Luego de celebrar el 189 aniversario de nuestra independencia, nos disponemos a analizar la importancia y valoración que se le da al sistema político costarricense, específicamente la democracia y sus amenazas.
El camino costarricense en el proceso democrático no ha sido fácil pues históricamente lo vimos teñido de fraudes en toda la primera mitad el siglo XX, antes de la creación del Tribunal Supremo de Elecciones. A partir de las reformas de 1949 con la constitución del mismo año, se integran un conjunto de elementos que sin duda alguna vendrían a sellar nuestro deseo de crear una nación democrática; estos elementos son la abolición del ejército, la universalización del voto, el impulso de la educación, la salud y en general el bienestar social. En ese entonces las reformas realizadas fueron visionarias y acogidas con mucho orgullo por el pueblo, pero actualmente, en el contexto de la globalización, el libre comercio y los avances tecnológicos esto está siendo amenazado.
En nuestro país día a día vemos como el flagelo de la corrupción se extiende a toda la sociedad costarricense, desde el pequeño empleado que no asume con compromiso su trabajo hasta los altos jerarcas políticos que sólo buscan beneficiarse ensanchando sus bolsillos a costas del pueblo. Todo esto lo palpamos día con día mediante los escándalos en los cuales aquellas personas que hemos designado como nuestros dirigentes empiezan a ser cuestionados y desenmascarados, marcando un precedente que luego se refleja en la apatía y poca participación en los procesos electorales nacionales.
Sin embargo la amenaza a la democracia no se reduce a la crisis de la clase política costarricense y más bien trasciende a la vida cotidiana de cada uno de nosotros, los cuales en la mayor parte de los casos muestra falta de compromiso, de deseos de superación, de anhelos de desarrollo y sobre todo falta de amor por su patria.
¿Creen ustedes que nuestra democracia tenga futuro cuando en las instituciones educativas como la nuestra nadie quiera participar en un proceso electoral?, ¿cuando el compromiso y el deseo por luchar por el bien común parece una enfermedad en proceso de erradicación?. La carencia de amor por ese terruño que nos vio crecer parece estar en letargo.
Costarricenses: nuestra democracia seguirá amenazada si su pueblo no despierta ante un sueño donde parece que no hay mañana. A veces pareciera que en los jóvenes se pierde la noción de lo dichosos que somos de vivir en un país que a pesar de sus muchos problemas es un oasis de paz, donde como en muy pocos países no tenemos que huir cada día por la amenaza de un bombardeo con misiles, sin embargo, no somos capaces de cantar siquiera en un acto cívico con fervor nuestro himno nacional. La falta generalizada de deseos de superación se refleja en ocasiones desde edades muy tempranas en donde estudiar y lograr un progreso no es una de sus metas, sustituida en cambio por la búsqueda de un medio fácil para hacer dinero.
Los valores en el hogar se están perdiendo, el respeto y la obediencia en general parecen en la juventud la imposición de los adultos y su pérdida de libertad. Pero ante un panorama tan incierto existe la esperanza de que en nosotros, tanto jóvenes como adultos, se despierte el deseo de construir una Costa Rica mejor en el cual todos podamos disfrutar y vivir lo hermoso que es compartir con nuestra gente, amar a nuestros semejantes, participar en nuestras instituciones en búsqueda de un mejor mañana para así enriquecer día a día nuestra bella nación.
Luego de celebrar nuestra independencia, tomemos conciencia de asumir con compromiso nuestros deberes, amando con nuestras acciones la patria y enalteciendo los valores que por generaciones nos han heredado nuestros antepasados, tomemos el compromiso de hacer una mejor Costa Rica y llevemos a la práctica lo que el himno al 15 de setiembre señala "Sepamos ser libres no siervos menguados, derechos sagrados la patria nos da”.
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