Foto Giordano Ciampini
A sus 46 años, con una sonrisa en su rostro y brillo en sus ojos, Sandra Alan Seas puede afirmar que lo ha logrado por si misma a pesar de los desafíos que la vida le ha presentado. Es una diseñadora de modas exitosa y propietaria de su negocio, además de ser madre soltera de dos, incluyendo una hija con Síndrome de Down.
En agosto Sandra fue galardonada como emprendedora ejemplar por la comunidad de Sámara durante una cena de gala realizada para recaudar fondos para la próxima feria de la salud. Además, durante el desfile de modas que acompaño la cena mostró 15 de sus diseños, incluyendo vestidos de baño, moda al estilo hindú y ropa casual. Aunque ya antes había exhibido sus diseños en concursos de belleza, esta fue la primera vez en sus 28 años como diseñadora de ropa que se presentó en un desfile de modas formal.
Nacida en Nicoya, Sandra se mudó a Sámara con su familia, incluyendo tres hermanas y un hermano, hace 35 años. Su padre fue educador y su madre trabajaba como costurera. De niña, Sandra aprendió los fundamentos de coser de su madre. "Venga para enseñarle a coser," les decía su madre, y Sandra le obedecía. Le gustaba pero nunca pensó que dedicaría su vida a confeccionar prendas de vestir.
Sandra terminó el colegio, se casó y dio a luz a una hija, Jacksun. Su hija nació de forma prematura y con muchas complicaciones incluyendo Síndrome de Down, una anomalía cromosómica asociada con un retraso en la habilidad cognitiva y el desarrollo físico. "Fue un shock muy grande," recuerda Sandra. Era una época en que la gente tendía a ocultar a los niños con trastornos como el Síndrome de Down, cuando el conocimiento para ayudar a estos niños era muy limitado, pero Sandra luchó por su hija llevándola a un sin fin de citas médicas. Se mudó a Nicoya, donde construyó una pequeña casa y matriculó a su hija en una escuela especial.
Con una máquina de coser corriente, comenzó a confeccionar ropa para sus amistades, quienes le animaron a crear su propia marca, lo cual hizo. Comenzó a vender sus creaciones, no solo en Nicoya, sino en todo el país. Montó un taller con diez máquinas de coser industriales y contrató a tres operarios. El negocio estaba en pleno auge, pero la vida en casa era difícil.
Eventualmente se divorció y regresó a Sámara. "A los 34, empecé a descubrirme a mí misma, a encontrar más fuerza". Muchas personas le ayudaron y demostró que como mujer podía hacerlo sola. Un amigo alemán que creyó en ella y que sabía lo trabajadora que es, ofreció venderle una propiedad en la calle principal del centro de Sámara, aceptando un pago inicial de USD $3000 y dándole un año para hacer todos los trámites necesarios para un préstamo bancario. En esta propiedad, Sandra abrió Shanna's Boutique, en donde vende sus creaciones y otra prendas de vestir. Además, tiene una tienda de souvenirs junto a la boutique.
Decidió simplificar su negocio de modas, reduciéndolo a solo cinco máquinas de coser industriales y a una ayudante, y ahora solo vende sus creaciones a nivel local pero gracias al turismo y a una ubicación céntrica en Sámara, afirma que genera incluso más que antes.
Sus tiendas abren de 9 a.m. a 8 p.m., lo que significa que se mantiene muy ocupada pero, cada vez que puede, saca un rato para ir a la playa a nadar y a ver el atardecer. El montar bicicleta y pasar tiempo con sus padres y abuelos son sus formas para eliminar el estrés. Y, por supuesto, dedica tiempo a sus dos hijos: su hijo Kiban, de 19 años, y su hija, Jacksun, de 26. Su hija todavía necesita muchos cuidados y Sandra admite que es una madre sobreprotectora, pero Jacksun ha aprendido a hacer tareas domésticas y a cuidar de sus propias cosas y le da mucho cariño sincero.
Sandra relata que ha sobrevivido a momentos de crisis y ha salido de ellos aún más fuerte. "La gente que me conoce desde antes no cree que he logrado tanto", afirma.
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