Entre el 11 y 12 de diciembre, un grupo de mujeres y hombres se preparan para estar desde las tres de la mañana en la Cofradía (casa de la Virgen), en Nicoya centro, momento que en el cielo estallaran las bombas para festejar a la patrona la virgen de Guadalupe. Esta fiesta religiosa comprende alegres procesiones, misas solemnes, rosarios cantados y fervorosas oraciones de un pueblo que sigue siendo devoto de una de sus más antiguas tradiciones. El ajetreo de los trabajadores en la iglesia evoca recuerdos ancestrales de este festejo, que tiene sus raíces en la antiquísima fiesta pagana del Sol. En el puro principio de la festividad se concentraba en la parte religiosa y en la preparación de comidas para la gente que venían del campo, pero un suceso inesperado ocurrido en la punta del cerro de las cruces en Nicoya, en el camino que va a Curime, unos hermanos indígenas pasados de tragos tuvieron un disgusto y se peleaban a machetazos. La gente que observaba la riña, imploraron la ayuda a su patrona la Virgen de Guadalupe, y vieron como del cerro bajaba a gran prisa una yegua que a patadas y mordiscos separo a los peleadores dando por terminada la pelea. De esa fecha en adelante, en las procesiones va un caballito de madrea que ejecuta un baile muy particular al son de pitos y tambores.

La Cofradía nicoyana – ubicada a 400 metros de la iglesia colonial- es una antigua casa donde se guarda la imagen de la Virgen. Está ubicada precisamente en el mismo punto donde los aborígenes adoraban, en un rancho, a su Patrona.

Porque según el historiador Carlos Arauz, esta fiesta en un resabio de las migraciones indígenas que poblaron Guanacaste. De ahí que la mayoría de las comidas y bebidas en estas festividades se hagan utilizando el maíz como el ingrediente principal.

Ahí, en la Cofradía, es donde se juntan las señoras para preparar las comidas, y se les puede ver quebrando y moliendo maíz, a otras preparando el tiste (bebida de cacao), alistando el chicheme (bebida de maíz morado) y hasta la chica de maíz amarillo. No quedan por fuera las famosas rosquillas.

Para la celebración de la Lupita, como le dicen algunos a la Virgen, los devotos alistan carne, pozol, frito para luego repartirlo sobre una tortilla hecha a mano por mujeres que llegan de distintas partes del cantón.
La madrugada es el momento de las carreras con la preparación de las comidas que luego consumirán los nicoyanos durante todo el día de fiesta.

En esos dos días, a las doce del medio día las bombas y las campanas anuncian la salida de la Virgen de la iglesia colonial para dirigirse a la Cofradía. Lo hacen acompañado por cientos de devotos y al ritmo de tambores, flautas y del ancestral baile de la yegüita.