Los alumnos se sientan en un banco en el Colegio Bocas de Nosara. Foto por Pinar Istek.
"Yo odio la escuela", recuerda con dolor Carla (su nombre no es real), quien estuvo dispuesta a contarnos su historia y prefirió que protegiéramos su identidad. "Tenia 13 años, estaba en sétimo del colegio y todos mis compañeros se burlaban por mi nacionalidad", mencionó.
El acoso escolar, matonismo o bullying, como se le llama en inglés, es la principal forma de violencia en las escuelas y colegios del país. Se manifiesta con burlas, discriminaciones y exclusiones, y en algunos casos llega hasta golpizas. Ocurre en el patio del colegio, el aula, o en los pasillos, tanto en los recreos como en horas lectivas, además por medio de redes sociales en Internet, llamadas y mensajes de texto, definido como cibermatonisto o ciberbullying.
Según datos del Ministerio de Educación Pública (MEP) las edades más comunes para este tipo de maltrato son los 12 y 13 años.
Foto por Pinar Istek.
Carla estudió en el Liceo Rural de Samara y recuerda que los peores años fueron sétimo y octavo pues las burlas eran de todos sus compañeros de clase y durante todos los días. "Ellos me decían nica regalada, paisa y se burlaban de la forma en que hablaba", comentó.
Era tal el maltrato de sus compañeros que ella buscó la ayuda de los profesores y hasta del director del colegio pero ninguno de ellos hizo algo para remediar la situación.
María, la madre de Carla, recuerda que en varias ocasiones su hija llegaba llorando a casa, diciéndole que no quería estudiar ni volver al colegio. "Yo fui a explicarles la situación a los profesores y ellos me decían que no era nada, que eran cosas de niños", mencionó. Entonces María decidió que su hija continuara sus estudios en otra institución; por eso a la mitad del último año Carla llegó al Colegio de Belén, lugar donde obtuvo su bachillerato.
La situación de Carla es solo un ejemplo de lo complicado que se ha vuelto convivir para los estudiantes con sus compañeros de estudios. Según datos del departamento de orientación del Liceo de Nicoya, solo en el año pasado se reportaron más de 100 casos de hostigamiento escolar, cifra que no incluye los casos en donde el estudiante o sus compañeros no reportan los abusos.
Sara Cabalceta, orientadora encargada del departamento de la institución, comentó que la mayor cantidad de casos se reportan en los primeros años de colegio, principalmente en sétimo y octavo. Ella considera que es más común en esos niveles pues los adolescentes "están en una etapa de transición" al venir de la escuela y al ser los "pequeñines" del colegio sufren los abusos de muchachos de grados superiores como de décimo o undécimo año.
Buscando una solución
En setiembre del 2012, el MEP presentó el Programa Nacional de Convivencia, el cual contiene el Protocolo integrado para la atención de la violencia en los centros educativos de secundaria. Recientemente, en abril de este año también se presentó el protocolo para centros educativos en primaria.
Sulay Salas Valenciano, directora regional del MEP en Nicoya, explicó que el objetivo de estos programas es permitirle a los 182 centros de estudios del cantón diagnosticar e intervenir los casos de violencia. Salas indicó que todos los directores conocen los protocolos pues desde el año pasado la dirección regional les entregó y explicó la aplicación de los mismos. Además, expresó que la información es también de conocimiento de los supervisores de los ocho circuitos de educación en el cantón de Nicoya.
Efraín Baltodano, supervisor del circuito 01, reconoció que en la mayoría de instituciones educativas de su circuito se están aplicando los protocolos, sin embargo, consideró que es probable que existan algunos colegios donde el director u orientador no aplique los protocolos por desconocimiento de alguna parte del proceso o por simple negligencia.
Además, señaló la obligación que tiene la dirección regional de capacitar cada año a los directores y docentes de las instituciones, pues muchos son interinos y trasladados a otros colegios por lo que se hace necesario capacitar a los nuevos docentes.
José Luis Ramírez, director del Liceo de Nicoya, aseguró conocer los protocolos y que actualmente se están aplicando en la institución, pero considera que aunque sirven como guía para los docentes y orientadores, los padres también deben conocerlos para apoyar y facilitar la labor de educar a los jovenes para que no se transformen en matones.
Por otro lado, Ramírez cree firmemente que el actual reglamento de evaluación les impide a ellos ser más drásticos con la mala conducta de los estudiantes. "Si un estudiante golpea a otro, lo más que puedo hacer es suspenderlo por 30 días", comentó. El recuerda que el anterior reglamento de evaluación, el cual fue reformado en 2009, permitía a los directores expulsar a un estudiante de la institución y hasta negarle la matricula. "Ahora yo siento que muchos profesores tienen miedo de los estudiantes, pues no se sienten amparados por la ley", afirmó Ramírez.
Pero la impotencia que siente Ramírez por no poder ser un poco mas estrictos con los estudianes, no es sentida unicamente por él y otros profesores. Muchos padres también se ven limitados e incapaces de imponer su autoridad frente a los adolescentes de hoy en día. Cabalceta, quien trabaja en el Liceo de Nicoya y está a cargo del departamento de orientación, expresó sentirse preocupada e impotente pues hay padres y madres que le dicen "ya no se que hacer con mi hijo" porque en la casa se comportan mal y en el colegio también.
Carmen Prado, también orientadora del Liceo de Nicoya, agregó, "eso demuestra que ellos (los padres) son los encargados directos de educarlos y no saben o no quieren educarlos en sus casas y nos buscan a nosotras para que hagamos su trabajo".
Eduardo Álvarez Garro, sicólogo neuroprogramador, explicó que las causas que originan el bullying están relacionadas con factores personales de índole familiar y social, así como de la cultura escolar del agresor y de la víctima. También los antecedentes y el entorno que rodean al muchacho influyen para que abuse y maltrate de palabra o con acciones a otro semejante. "El adolescente reproduce los patrones que él esta aprendiendo en su entorno mas inmediato", indicó Álvarez, por lo que si el joven es en si mismo una victima en su hogar o ve a sus padres acosar a otras personas, es muy probable que imite esas conductas.
Y en cuanto a las víctimas, el ambiente familiar también influya en la autoestima y en como los jóvenes confrontan o hasta ignoran los acosos. Garro manifiesta que en la casa los padres deben confirmar al joven victima de los abusos cuales sus virtudes y lo importantes que son para ellos, pues si el joven se sienta amado, valorado y sabe dar amor, "así podrá aceptarse asimismo y aceptar a los demás", explicó.
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